Presentación

Este Simposio, promovido por la F. Catalina Mir, nació en Jaén con la Canonización de san Josemaría (2002).

sábado, 10 de marzo de 2012

Premio Simposio

En cada edición se otorga un premio a una institución que haya destacado en el ámbito del tema tratado específicamente en esa ocasión. Por ejemplo, en la edición anterior dedicada a la juventud, el premio recayó en Cooperación Internacional, por su impulso en favor de la juventud. Al tratar la dimensión social el premio se entregó a Harambé por su compromiso en el desarrollo de África por los africanos.
El premio viene representado por un burro. San Josemaría le tenía a este animal especial simpatía. Para que no cause sorpresa al que lo recibe le acompañamos el texto siguiente.

 La teología del borrico según san Josemaría.- ¡Bendita perseverancia la del borrico de noria!… (Camino 998); decididamente casi no llego a borrico... (Forja 607); Tu cuerpo es como un borrico… (Amigos de Dios 137); Niño, pobre borrico… (Forja 330); a mí no me humilla reconocerme, a los ojos del Señor, como jumento... (Es Cristo que pasa 181).
El burro, ese animal pacífico, modesto, servicial, inspiró a San Josemaría no pocas reflexiones para la vida, como las que encabezan estas palabras, apoyadas en el hecho de que sobre un burro entró Jesucristo en Jerusalén, en vísperas de la Pasión.
El borrico es un icono del trabajo esforzado y constante, de quien no tiene más pretensiones que… trabajar y ser útil, sin ruido, aunque a veces lance al cielo sus rebuznos.
La Biblia no es ajena a esa filosofía, y aun teología del jumento. “Sigue considerando las cualidades del borrico, -escribe San Josemaría glosando un salmo- y fíjate en que el burro, para hacer algo de provecho, ha de dejarse dominar por la voluntad de quien le lleva...: solo, no haría más que... burradas. De seguro que no se le ocurre otra cosa mejor que revolcarse en el suelo, correr al pesebre... y rebuznar. ¡Ah Jesús! —díselo tú también—: ut iumentum factus sum apud te! —me has hecho tu borriquillo; no me dejes, et ego semper tecum!— y estaré siempre Contigo. Llévame fuertemente atado con tu gracia: tenuisti manum dexteram meam... —me has cogido por el ronzal; et in voluntate tua deduxisti me...— y hazme cumplir tu Voluntad. ¡Y así te amaré por los siglos sin fin! —et cum gloria suscepisti me!” (Forja 381)-. Palabras de salmo evocadas también por San Agustín y el actual Papa, Benedicto XVI, para comprender mejor la misión que Dios encomienda sobre sus hombros.
“Pensad en las características de un asno, ahora que van quedando tan pocos, -escribe San Josemaría en otro lugar-.  No en el burro viejo y terco, rencoroso, que se venga con una coz traicionera, sino en el pollino joven: las orejas estiradas como antenas, austero en la comida, duro en el trabajo, con el trote decidido y alegre. Hay cientos de animales más hermosos, más hábiles y más crueles. Pero Cristo se fijó en él, para presentarse como rey ante el pueblo que lo aclamaba. Porque Jesús no sabe qué hacer con la astucia calculadora, con la crueldad de corazones fríos, con la hermosura vistosa pero hueca. Nuestro Señor estima la alegría de un corazón mozo, el paso sencillo, la voz sin falsete, los ojos limpios, el oído atento a su palabra de cariño. Así reina en el alma” (Es Cristo que pasa 181).

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