La cerámica representa a un burro cargado con los útiles de trabajo de unos artistas itinerantes, que llevan, de pueblo en pueblo, su representación teatral. De algún modo refleja el trabajo diario de la gente corriente, que carga con sus herramientas de destino en destino, realizando una tarea de servicio a la sociedad. La vida de cada uno de nosotros, que san Josemaría definía como de “contemplativos itinerantes”.
El burro, ese animal pacífico, modesto, servicial, inspiró a San Josemaría no pocas reflexiones para la vida, como las que encabezan estas palabras, apoyadas en el hecho de que sobre un burro entró Jesucristo en Jerusalén, en vísperas de la Pasión.
El borrico es un icono del trabajo esforzado y constante, de quien no tiene más pretensiones que… trabajar y ser útil, sin ruido, aunque a veces lance al cielo sus rebuznos.
¡Bendita
perseverancia la del borrico de noria!… (Camino 998); decididamente casi no
llego a borrico... (Forja 607); Tu cuerpo es como un borrico… (Amigos de Dios
137); Niño, pobre borrico… (Forja 330); a mí no me humilla reconocerme, a los
ojos del Señor, como jumento... (Es Cristo que pasa 181).
La
Biblia no es ajena a esa filosofía, y aun teología del jumento. “Sigue
considerando las cualidades del borrico, -escribe San Josemaría glosando un
salmo- y fíjate en que el burro, para hacer algo de provecho, ha de dejarse
dominar por la voluntad de quien le lleva...: solo, no haría más que...
burradas. De seguro que no se le ocurre otra cosa mejor que revolcarse en el
suelo, correr al pesebre... y rebuznar. ¡Ah Jesús! —díselo tú también—: ut
iumentum factus sum apud te! —me has hecho tu borriquillo; no me dejes, et ego
semper tecum!— y estaré siempre Contigo. Llévame fuertemente atado con tu
gracia: tenuisti manum dexteram meam... —me has cogido por el ronzal; et in
voluntate tua deduxisti me...— y hazme cumplir tu Voluntad. ¡Y así te amaré por
los siglos sin fin! —et cum gloria suscepisti me!” (Forja 381)-. Palabras de
salmo evocadas también por San Agustín y el actual Papa, Benedicto XVI, para
comprender mejor la misión que Dios encomienda sobre sus hombros.
“Pensad
en las características de un asno, ahora que van quedando tan pocos, -escribe
San Josemaría en otro lugar-. No en el
burro viejo y terco, rencoroso, que se venga con una coz traicionera, sino en
el pollino joven: las orejas estiradas como antenas, austero en la comida, duro
en el trabajo, con el trote decidido y alegre. Hay cientos de animales más
hermosos, más hábiles y más crueles. Pero Cristo se fijó en él, para
presentarse como rey ante el pueblo que lo aclamaba. Porque Jesús no sabe qué
hacer con la astucia calculadora, con la crueldad de corazones fríos, con la
hermosura vistosa pero hueca. Nuestro Señor estima la alegría de un corazón
mozo, el paso sencillo, la voz sin falsete, los ojos limpios, el oído atento a
su palabra de cariño. Así reina en el alma” (Es Cristo que pasa 181).
Posted in: Borrico,Premio del Simposio,San Josemaría
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