El primer acto del Simposio fue la inauguración de la exposición sobre el beato Álvaro. Corrió a cargo de D. Javier Palos, Vicario del Opus Dei para la Circunscripción de Andalucía Oriental, con sede en Granada.
miércoles, 26 de noviembre de 2014
Exposición de don Álvaro
El Señor dotó al beato
Álvaro de innumerables cualidades. Fue un buen estudiante, un buen profesional,
un buen sacerdote y un buen obispo, como queda atestiguado en los numerosos
documentos usados en la confección de sus biografías. De un modo más coloquial
lo refleja un artículo que escribió recientemente Juan Miguel Arrieta, Alcalde
de Pamplona desde febrero 1964 hasta enero 1967. Cuenta éste alcalde,
que asistía a un encuentro de san Josemaría con las autoridades locales de
Navarra y las de la Universidad. Y añade: “Por cortesía inicié la conversación
con un sacerdote que se encontraba a mi lado. Hablamos del trazado de la
autovía del Cantábrico al Mediterráneo, que como interesado conocía muy bien;
también tratamos de Derecho Foral, dónde yo era especialista; y del Concilio
Vaticano II, que había seguido con particular interés. Me sorprendieron tanto
sus intervenciones en estos tres campos que, admirado, le pregunté quién era, a
lo que él respondió con toda sencillez, con su nombre y su cargo de Secretario
General del Opus Dei. Entonces me hice un juicio personal, que ahora mantengo
con mayor énfasis: un hombre con una intensa vida interior, vasta cultura, dado al estudio, de naturaleza pensante y reservada, que eludiendo
todo protagonismo era ya entonces partícipe necesario en las grandes decisiones
de la Obra”.
Siendo
el beato Álvaro una personalidad muy destacada en la vida de la Iglesia, para
entender al completo su misión y su santidad, es necesario hacer referencia a
san Josemaría, porque la principal función a la que se dedicó fue la secundar a
un santo haciéndose santo. Por eso, cuando hablamos de D. Álvaro, enseguida
añadimos que fue el sucesor de san Josemaría al frente del Opus Dei, u otra
fórmula parecida. Ese hacerse santo, de acuerdo con el espíritu del Opus Dei,
le presenta, a su vez, como el complemento del Fundador, apareciendo como la
obra acabada, como el modelo a seguir que el Padre ofrecía a todos sus hijos.
Tras
estas consideraciones adquiere un mayor sentido la presencia de la exposición
del beato Álvaro en este VII Simposio de san Josemaría. No hablamos solamente
de la reciente beatificación, que por supuesto la hemos tenido en cuenta,
hablamos fundamentalmente de la íntima unión que vivieron estos dos santos,
para llevar a cabo la voluntad de Dios, de hacer divinos todos los caminos de
la tierra, haciendo así asequible la santidad a todos los hombres y mujeres de
nuestro tiempo. Era algo querido por Dios, que fue realizado acabadamente, no
sólo en sus personas, sino en otras muchas en todo el mundo, que como los aquí
presentes, entienden que pueden agradar a Dios con su correcto comportamiento
en la vida ordinaria.
Estos
paneles que tenemos a la vista, pretenden ofrecer una síntesis biográfica y de
su trabajo a favor de los demás, porque los beneficios que genera a la sociedad
la vida de los santos son innumerable.
Sabemos que desde muy joven tuvo preocupación por las clases más necesitadas
y desfavorecidas de la sociedad. Más tarde nos urgía: “todos, hemos de ponernos en contacto con las personas que sufren, con
los enfermos, con los pobres […], con los que están solos, abandonados”.
Por eso, en muchos países (entre ellos,
Guatemala, Perú, República Democrática del Congo, Brasil, Costa Marfil,
Filipinas, Nigeria, Perú, México, Guatemala, Uruguay, El Salvador, Kenia,
Honduras, Bronx, Nueva York y Colombia), impulsó iniciativas de tipo social:
centros para la atención de personas que viven en soledad; centros de formación
profesional; escuelas familiares agrarias; centros médicos para el diagnóstico
de la malaria y otras enfermedades; hospitales para la atención de sectores
menos favorecidos, etc. Sí, se puede afirmar con seguridad, que los santos
además de hablar de Dios, dan de comer a los hombres.
Y
para terminar, señalar que durante sus años de Prelado se inició la labor de la
Obra en más de veinte países. No es un tinte de gloria, es el resultado de su
empeño por hacer efectiva la palabra que Dios puso en manos del Fundador, para allanar
a todos el camino a la santidad en la vida ordinaria.
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